domingo, 2 de enero de 2011

8.- Cámulos. Lord infernal.

Cámulos era el tercero en poder de los demonios, justo por debajo de la doncella de la muerte, Epona.
Morrigan, Epona y Cámulos eran considerados como la triada infernal. Los demonios de más alto rango. La triada estaba formada por aquellos demonios capaces de burlar la prisión que los contenía en la montaña del Nacimiento y salir al exterior.
Morrigan y Epona eran capaces de salir en cuerpo y alma de la fortaleza infernal, pero Cámulos nunca pudo.
El tercero en poder de la triada había accedido tantas veces a su poder demoniaco para intentar salir de la prisión que ya su rostro estaba deformado. Y no de gran cosa le sirvió. Aún así sus esfuerzos no fueron en vano. Fue capaz de proyectarse en el corazón de cualquier mortal que sintiese odio verdadero. Esta posesión duraba tanto como el cuerpo del poseido aguantase, y en este tiempo el cuerpo del infectado se transformaba en Cámulos, Lord del infierno y destruia todo cuanto encontrase a su paso.
Una gran cornamenta coronaba su cabeza, unas enormes alas y rabo decoraban su espalda. En cuanto a su rostro, decir que la imagen humana que poseyera antaño había desaparecido dando pie a unas facciones que poco tenían ya de agradables. 
Disfrutaba asesinando, violando y lo disfrutaba mucho más si de niños pequeños se trataba. A la hora de poseer no cualquier especimen era bueno para él. Eran especialmente de su agrado los nephelims. Una especie tranquila, apacible y amigable bendecidos con el poder del viento. Lucían hermosas alas de colores y cohabitaban con hadas en las cumbres más elevadas de las montañas del viento. Pero al igual que cualquier ser vivo, en ocasiones se enfadaban... momento en el cual entraba en acción Cámulos.
Tantas fueron las ocasiones en que Cámulos entró en acción, que los nephelim empezaron a tomar medidas. En cuanto uno era poseido, sonaban las campanas y todos volaban en bandadas hacia tierras más altas aún. Nada tenían que hacer contra Cámulus, lo único que podían es hacer tiempo hasta que la posesión terminase y rezar al dios Sylphos, para que hubiese el menor número de bajas posible. Aún así, muchos eran los niños nephelim perdidos y las áreas de ciudad destruida. Tanto fue así, que Cámulos conseguiría enfurecer al Dios del viento, que tomaría represarias pronto...

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