sábado, 7 de mayo de 2011

13.- Ostara sangriento en Panas Ciutadel I.

Lloth abrió sus preciosos ojos turquesa, el aroma a sándalo inundaba la habitación y disfrutó de unos preciosos minutos  acomodada entre unos enormes almohadones blancos. Miraba llena de goce a su alrededor. La suprema sacerdotisa se había acostumbrado a la opulencia, eso la ayudaba a olvidar el secreto de su deidad. 
 Dos sacerdotisas de rango inferior se encargaban de lavarla, peinar sus cabellos y ungirla para la ceremonia. Esta vez Panas había exigido una ofrenda un tanto extraña...
En la celebración de esta noche Lloth debía encontrar al más poderoso guerrero de Panas Ciutadel, una embaraza a punto de dar a luz y a un moribundo, todos tres, deberían unirse a la celebración de Ostara y aceptar la sangre y carne de Panas durante el rito.
Lloth tenía dudas... no estaba segura de que lo que fuese a ocurrir esa noche, procediese de algo luminoso y bello, y en sus planes no se encontraba condenar el alma de tres inocentes. Ni se le ocurriría hacer algo así... ella era un ser de luz...
Ella sabía perfectamente que debía cumplir con su obligación hacia la supuesta diosa Panas. Y eso haría...

La suma sacerdotisa tenía una hermana, era la mejor tejedora de todo Panas Ciutadel, y a diferencia de la sacerdotisa, ella era más bien masculina y disfrutaba jugando con los chicos a cualquier juego violento que se le ofreciese... Pero Panas se fijó en ella... 
Hace 5 años, en una de las celebraciones a la luna o Esbat, la diosa Panas se manifestó delante de la suma sacerdotisa y le pidió que celebrase la ceremonia sólo con mujeres virgenes, entre las que debería estar su hermana, y un gran soldado que sería premiado por sus labores...
La ceremonia transcurrió normalmente, pero cuando Lloth probó la sangre de Panas todo se tornó oscuro... un golpe azotó su alma cuando abrió los ojos... las preciosas paredes de marfil estaban manchadas de sangre y un repugnante olor a azufre lo inundaba todo... era como si el mismísimo infierno hubiese abierto sus puertas esa noche y hubiese engullido todo lo que en el templo se encontraba... 
No pudo evitar dejar caer una lágrima cuando cubierto de sangre encontró los ropajes de su pequeña hermana. La más descumunal furia invadió su ser y juró y perjuró que semejante atrocidad no volvería a ocurrir delante de ella...

martes, 19 de abril de 2011

12.- El templo Aruba Panas.

Una mañana más, una día tras otro y otro y otro más... Panas abría los ojos abrigada por el repugnante olor a azufre, peinaba sus llamativos cabellos blancos, recogía su pelo en un recatado moño y se dirigía a la sala del nacimiento. En ella se encontraba el Mal, anhelaba con tanta ansia convertirse en Diosa que sus anhelos eran su fuerza y su voluntad las piernas y manos que la hacían levantarse por la mañana.
No distraía la vista de su cometido, ella no tendría los fallos que su antecesor cometió, Panas era orgullosa y dictadora, y se había propuesto dirigir todo un ejército de diablos. 
Millares de malditos eran convocados en la enorme sala que los dio a luz, donde serían sometidos a duros entrenamientos de canalización de energía y furia. A pesar de su naturaleza, para tener alguna oportunidad deberían actuar como un sólo ente, el Mal moviéndose de forma sincronizada, para así poder causar el daño deseado...
Décadas pasaron desde que comenzó el entrenamiento. Panas astuta como un zorro, ni siquiera probaba la sangre humana cuando salía al plano físico, lo que hizo que numerosas sacerdotisas a lo largo y ancho del mundo la verarán como Diosa. 
En plena villa élfica se levantó el mayor templo en honor a la supuesta Diosa, el llamado templo Aruba Panas. Sus torres eran del marfil más blanco que os podéis imaginar y sus bellas sacerdotisas de cabellos blancos fueron dotadas de la capacidad de sanar con sus propias manos. Pronto el templo Aruba Panas fue lugar de peregrinación para cualquier ser que desease ser sanado. Las sacerdotisas de Panas eran cariñosas y amables y sanaban sin importar condición o raza a cualquiera que lo desease, sólo pedían a cambio una pequeña ofrenda ,preferiblemente carne o sangre, con la que alimentaban a la diablesa camuflada.
La suma sacerdotisa del Templo Aruba Panas, era Lloth, una preciosa virgen élfica de ojos turquesas y de cabellos plateados que llegaban a sus pies, era lo que podría llamarse un ser de Luz en todos sus aspectos, bondadosa, amable y llena de amor. Pero guardaba en sí un terrible secreto, ella conocía el oscuro lado de los poderes del sacerdocio del Templo.
Ella fue la primera iniciada, cuando Panas aún no había pulido bien la técnica, y entonces Lloth lo sintió... Durante la iniciación la boca le sabía a sangre, le dolía el cuerpo como si le clavasen cuchillas y el rico aroma a sándalo había sido sustituido por el pestilente edor de la cadaverina que lo inundaba todo. Será sólo una prueba para saber si soy digna de ella, se esforzaba en pensar... Pero en el fondo de su corazón ella lo sabía...

martes, 8 de marzo de 2011

11.- Y el círculo se cierra.

Hacía ya tiempo de la muerte de Cámulos y el inframundo reclamaba un líder. Alguien poderoso y con ansias de destruir el mundo tal y como se conocía. A fin de cuentas, alguien capaz de luchar por la causa: La venganza.
La pequeña Epona y la sublebada Morrigan no eran capaces de controlar al numeroso séquito de la diosa Marina, esa era función del destruido demonio Cámulos, y ahora debían buscar a alguien a su altura.
Las dos hermanas buscaron entre todos sus hermanos, y se fijaron en la menor de todos. La última hermana en ser concebida cumplía un requisito que la hacía merecedora de su puesto en el círculo de poder. Se trataba de Panas, la última hermana...
Panas, al igual que sus hermanas, no tenía aspecto demoníaco, su aspecto, de hecho, era incluso entrañable, lo cuál era su mejor herramienta, ya que no formaría parte del círculo, sin poder escapar del inframundo...
Numerosas hembras, desde las estilizadas elfas hasta las más robustas orcas, invocaban su poder. Era llamada la diosa de las embarazadas, pues al ser invocada y a cambio de un módico precio, Panas volvía a sus hijos sanos, robustos y adorables... y ella poco interesada en las futuras mamás, aprobechaba saciando su sed de sangre con algún incauto transeunte...
La escalofriante Panas, sería mucho más prudente que su antecesor, a diferencia de él, ella disfrutaba actuando como una sombra, cazando abrigada por la noche y devorando a sus víctimas oculta entre arbustos, como buena depredadora. Disfrutaba, incluso, de ser tratada como una diosa, adorada y venerada, Panas se sentía especial, abrigada... Anhelaba ser una diosa, lo deseaba con locura y mataría a cualquiera para conseguir su propósito.
El círculo debía ser cerrado, y la ceremonia tuvo lugar en la sala del nacimiento, justo en esa sala Marina tuvo a los hijos de Kaín, allí empezó todo...
Marina, con la mirada ausente presidía la ceremonia, a su derecha Epona y a su izquierda Morrigan, delante de ella Panas. Sería iniciada y al igual que a sus hermanas se le sería encomendada una misión: debería dirigir con mano dura a todo un ejército de demonios. Algo grande se acercaba...el fin de todo y el principio de la nada, un gran cambio de poder que está por producirse...



miércoles, 2 de febrero de 2011

10.- Pequeña Epona.

La pequeña Epona sintió un tenue escalofrío...¿qué significaba?
Tenía la sensación de que un alma necesitaba ser liberada, pero nunca había sentido algo así... No era un alma cualquiera la elegida...El alma de su propio hermano, carne de su carne, sangre de su sangre, maldición de su maldición, necesitaba ser liberada con urgencia.
Epona dejó lo que estaba haciendo, agarró de una pierna a su muñeca y emprendió el largo camino hacia la Montaña del Viento. Los ojos de la pequeña diablesa brillaban de admiración...numerosas luciérnagas iluminaban el camino, las hadas jugaban y revoloteaban a su alrededor y el agradable olor a jazmín inundaba una preciosa noche iluminada por una enorme luna llena. Parecía, que después de todo, el mundo era un sitio mejor sin Cámulos. Pero ella no le permitiría sufrir eternamente, era su obligación como hermana liberarlo. Tan ensimismada se encontraba, que no se planteó el porqué un demonio había sido asesinado, ni quién poseía el poder suficiente para realizar semejante osadía...
No tardó demasiado en llegar donde se encontraban los numerosos restos de su hermano... Una enorme tristeza inundó su corazón al ver sus pedazos esparcidos..¿cómo alguien le haría eso a su hermano? Allí estaba ella, sólo tenía que tocar uno de los trozos y todo habría terminado...
Pero no se percató de que no se encontraba sóla, un viento helado la golpeó por detrás haciendo que su muñeca y ella misma cayeran al suelo. La tierra tembló y un muro de piedra se dirigía a ella para golpearla, pero con solo una mano sujetó el muro que lanzaría lejos de ella... Ante la mirada atónita de la pequeña diablesa se mostraban los dioses gemelos. No iban a permitir que liberase el alma del demonio.
Dejo caer la muñeca y las lágrimas brotaron de sus lastimeros ojos negros, al percatarse de que su fin estaba próximo...
Delante de ella estaba Sylphos, Dios del viento, y detrás, Terrean, la Diosa de la tierra. Tendría posibilidades de sobrevivir si sólo se enfrentase contra un Dios, pero contra dos, estaba perdida...Ambos corrían hacia ella, matarían a cualquiera que se pusiese en su camino y ella no era una excepción... Justo en el momento en que ambos la iban a golpear, algo inesperado ocurrió... Marina, antigüa Diosa del Mar, y Clara, Diosa de la Creación golpearon a Terrean y Sylphos que calleron sin sentido a ambos lados de Epona.
Las miradas de Clara y Marina se cruzaron con desprecio. Nunca, jamás, olvidarían el daño que se hicieron la una a la otra.
Epona, secó sus lágrima y sin decir ni una palabra, levantó su graciosa muñeca del suelo, le sacudió el polvo, y liberó a su malvado hermano de su sufrimiento, dando un besito a uno de los pedazos que llacían en el suelo. 
Marina arropó a la pequeña con su capa y volviendo a mirar con desprecio a su madre, desaparecieron de allí.

miércoles, 26 de enero de 2011

9.- A la caza del demonio.

Ese día apenas vi a los gemelos. Siempre he guardado un sentimiento especial hacia ellos. Si os soy totalmente sincera, siempre me dio un poco de envidia la poderosa unión que había entre ambos. Eran terriblemente parecidos en aspecto físico, lo que contrastaba con sus dispares personalidades. Terrean  tranquilona y apacible, su timidez contrastaba con su hermano Sylphos, mucho más extrovertido y en pocas palabras era la pimienta del Olimpo. Incluso Padre, en ocasiones, no podía evitar reirse con sus travesuras.

Era un día maravilloso, lucía el Sol, y corría una suave brisa que pasaba por mi pelo provocandome escalofríos. Un olor a jazmín y a flor de cerezo lo inundaba todo y de fondo se oía el murmullo de un riachuelo correr. En las montañas del viento, los nephelims se encontraban en continuo movimiento, para evitar destrucciones a gran escala a manos de Camulos. Mi atención se centraba  en una pequeña familia, un abnegado padre arrastraba a lo largo de la colina a sus dos pequeñas, bastante pesadas e irritantes desde mi punto de vista. Hasta el punto que un atisbo de enfado se marcó en su rostro...
En ese momento el padre mutó. Cuernos....alas...rabo... y Cámulos había entrado en escena. Justo a tiempo de satisfacer sus perversas necesidades con las dos irritantes criaturas, que lloraban y pedían clemencia, a lo que el perverso respondía con un lascivo gesto, que me repugno incluso a mi.
Nunca había atacado a nadie, pero no tenía pensado permitir que hiciese lo que quisiera con esas niñas. ¡No lo consentiría! Así que me apresuré a socorrerlas...
Cámulos lo tenía fácil, estiro su mano, y acarició la mejilla de una de las niñas, cual fue mi sorpresa, cuando un puñal de piedra le arranco media rostro.
Senti la tierra temblar y viento rugir, la brisa se tornó huracanada y polvorienta y entonces lo vi. Vi el miedo en la cara de un demonio. Las dos pequeñas gritaron algo en un tono que nada les correspondería a unas niñas y se convertieron en Sylphos y Terrean.
Con un gesto de sus manos Terrean levantó muros de piedra maciza que golpearon a Cámulos, pero éste no tendría todo su poder para defenderse atrapado en el cuerpo de un nephelim, asi que solo le quedaba gritar y maldecir de dolor.
Fueron varias las horas durante las que Sylphos y Terrean torturaron al demonio. Y yo disfrute viéndolo , puestos a confesar. Cámulos calló al suelo con la boca abierta y sanguinolenta. Temblaba de miedo, patética visión de un ente habitante del mismísimo infierno... Y entonces ocurrió. Sylphos introdujo una de sus manos en las fauces del demonio e hizó al viento rugir en su interior ¡fué repugnante! El demonio rebentó en mil pedazos manchando el pulcro suelo del monte del viento...

Esto no quedaría así. Siento temor al pensar en las consecuencias que acarrerían semejantes actos...

domingo, 2 de enero de 2011

8.- Cámulos. Lord infernal.

Cámulos era el tercero en poder de los demonios, justo por debajo de la doncella de la muerte, Epona.
Morrigan, Epona y Cámulos eran considerados como la triada infernal. Los demonios de más alto rango. La triada estaba formada por aquellos demonios capaces de burlar la prisión que los contenía en la montaña del Nacimiento y salir al exterior.
Morrigan y Epona eran capaces de salir en cuerpo y alma de la fortaleza infernal, pero Cámulos nunca pudo.
El tercero en poder de la triada había accedido tantas veces a su poder demoniaco para intentar salir de la prisión que ya su rostro estaba deformado. Y no de gran cosa le sirvió. Aún así sus esfuerzos no fueron en vano. Fue capaz de proyectarse en el corazón de cualquier mortal que sintiese odio verdadero. Esta posesión duraba tanto como el cuerpo del poseido aguantase, y en este tiempo el cuerpo del infectado se transformaba en Cámulos, Lord del infierno y destruia todo cuanto encontrase a su paso.
Una gran cornamenta coronaba su cabeza, unas enormes alas y rabo decoraban su espalda. En cuanto a su rostro, decir que la imagen humana que poseyera antaño había desaparecido dando pie a unas facciones que poco tenían ya de agradables. 
Disfrutaba asesinando, violando y lo disfrutaba mucho más si de niños pequeños se trataba. A la hora de poseer no cualquier especimen era bueno para él. Eran especialmente de su agrado los nephelims. Una especie tranquila, apacible y amigable bendecidos con el poder del viento. Lucían hermosas alas de colores y cohabitaban con hadas en las cumbres más elevadas de las montañas del viento. Pero al igual que cualquier ser vivo, en ocasiones se enfadaban... momento en el cual entraba en acción Cámulos.
Tantas fueron las ocasiones en que Cámulos entró en acción, que los nephelim empezaron a tomar medidas. En cuanto uno era poseido, sonaban las campanas y todos volaban en bandadas hacia tierras más altas aún. Nada tenían que hacer contra Cámulus, lo único que podían es hacer tiempo hasta que la posesión terminase y rezar al dios Sylphos, para que hubiese el menor número de bajas posible. Aún así, muchos eran los niños nephelim perdidos y las áreas de ciudad destruida. Tanto fue así, que Cámulos conseguiría enfurecer al Dios del viento, que tomaría represarias pronto...

jueves, 23 de diciembre de 2010

7.- Epona. Vida y muerte.

Epona, la hermana pequeña de todos los demonios, cogíó su muñeca y medio arrastrándola por el suelo llegó hasta la puerta. Casi no llegaba al picaporte, pero poco importó, pues con un pequeño salto y gracioso giro de muñeca abrió la puerta del infierno y salió de él. No sin cerrar antes la puerta del inframundo, continúo su viaje ladera abajo, y llegó a un poblado de orcos cercano. Ocultando su presencia a los orcos, entró donde se encontraba un corpulento chamán, agonizante y  medio ido. Levantó la cabeza y aún teniendo  la vista turbia consiguió verla. Soltó su muñeca, acercó un taburete al lecho y le dió un suave y lastimoso besito en la frente.

Su carita angelical y triste ocultaban dentro de ella un enorme poder. Pero  no era como sus hermanos. Todos y cada uno de ellos disfrutaban destruyendo y torturando a los mortales, pero ella no disfrutaba nada con lo que hacía. Epona tenía un don, tan cruel como la naturaleza. Ella se encarga de decidir quien moriría y viviría, y en caso de ser la primera opción la elegida, si su alma la acompañaría al infierno o sería liberada. Esta era la condición que tanto su madre como su abuela le impondrían si quería salir del inframundo. Y sí, habéis oido bien, Epona poseía la estima de su abuela. Despúes de todo la pequeña era exactamente igual a la gran diosa de la creación.

Epona sabiendo las torturas y  vegaciones que tendrían que sufrir las almas que la acompañasen al infierno, solo elegía a aquellos verdaderamente ruines y malvados. Aún así no podía evitar sentir pena por los desdichados, puesto que por mucho mal que hicieran en la vida, no consideraba que fuesen meritorios de la tortura eterna.

Una noche oscura y lluviosa, la pequeña Epona caminaba triste y cabizbaja por un camino oscuro, aún lejos del poblado al que debía ir. Esta vez se trataba de una humana embarazada. Las almas de los bebés son muy codiciadas en el inframundo por lo que había recibido órdenes de llevarse tanto a la madre como al niño. Caminaba descalza y su vestido aleteaba con el aire, empapada hasta los huesos y sin ganas de nada, olvidó ocultar su presencia y esa fue su suerte. Cuando quiso dar cuenta tenía un par de cántropos delante, observándola de forma lasciva. Epona abrazo su muñeca sin ni siquiera mirarlos. Se lanzaron sobre la pequeña y la tiraron al suelo, pero al primer tirón del vestido, Epona no dudó y con un certero movimiento de mano les arrancó la cabeza a ambos. La pequeña doncella infernal, no pudo evitarlo y soltó una carcajada espeluznante. Después de todo había sido un golpe de suerte, no sólo no tendría que matar a la embarazada y a su bebé, sino que además la pareja de cántropos serían buenos sustitutos en el infierno.


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